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lunes, 28 de septiembre de 2009

Dos poetas de Assis

Por Medardo Arias Satizábal
    
Quiero dedicar la columna de hoy a dos poetas brasileños; ambos mulatos, de origen humilde, elevados al santoral de la vida, uno por su palabra, Machado de Assis, (Rio de Janeiro, 21 de junio de 1854), otro por la alegría que ha traído al fútbol, Ronaldo de Assis Moreira, más conocido como Ronaldinho Gaucho (Porto Alegre, 1980).


         Ambos, como el santo de Assis, nacieron con la facultad de hablar con los animales, de comunicarse con las aves, de interpelar al viento y de domesticar, ya con poesía, ya con fútbol, a los lobos hambrientos.

         El primer de Assis, el poeta, nació con una diferencia de 126 años, de su sucesor, y pasó la infancia en una casa de hacienda de una rica señora del imperio. Padeció epilepsia y aunque llegó a ser símbolo del Romanticismo brasileño y fundador del Realismo de ese país, enfrentó también una precoz tartamudez. Su padre, pintor de brocha gorda,  y su madre Lepoldina Machado, una lavandera portuguesa llegada de las islas Azores, no pudieron brindarle una temprana educación, pero el poeta tomó clases de lengua gala con un panadero francés, y llegó a traducir ¨Los trabajadores del mar¨, de Víctor Hugo. También, por cuenta propia, aprendió inglés y alemán. Dejó en su haber una de las mejores traducciones de Poe.
         El de Assis de Porto Alegre, hijo del vigilante del parqueadero del equipo Gremio de esa ciudad, estuvo a punto de ser tomado por loco, cuando era niño. Había nacido con el fútbol impregnado en la sangre; ¨entrenaba¨ con sillas, con muebles, en la casa, y también con su perro, al que hacía fintas, amagues, mientras el animal lo seguía de cerca, se le metía entre las piernas, lo derribaba. Quizá ahí, Ronaldinho Gaucho aprendió a sonreír, inclusive cuando es tirado a la grama de los estadios, con mala intención. Temprano, se convirtió en el máximo goleador de Rio Grande do Sul en 1999. Vestir la camiseta de Gremio ya era bastante para quien llegaría ser el jugador más costoso del mundo.
         Machado de Assis inauguró el Realismo brasileño con su novela ¨Memorias póstumas de Blas Cubas¨, obra que, como el Pedro Páramo de Juan Rulfo, más tarde, está narrada por un difunto. Sólo que para la época de su publicación, 1881, fines del siglo XIX, su estilo tomó por sorpresa al país-continente; como escritor, Machado de Assis fue un fuera de liga. Observen esta dedicatoria de su novela: ¨Al gusano que primero royó las frías carnes de mi cadáver, dedico con sentidos recuerdos, estas memorias póstumas…¨ Quizá ahí y en su ¨Don Casmurro¨, publicada en 1900, habría que buscar parte de la risueña  ironía de Jorge Amado en su ¨Quincas Berro Dagua, Capitán de Altura¨.
         De Assis Moreira, el de Porto Alegre, no ha escrito un poema como ¨Tus ojos son mis libros/ ¿en qué mejor libro se puede leer una página de amor?/ Flores son tus labios/ ¿En que otra flor podré beber mejor el bálsamo de amor?¨ (Machado), pero cuando le preguntan por qué sonríe siempre, dice: ¨Tengo salud, mi familia también, no necesito más…¨ con la misma humildad del chico de Porto Alegre, aunque su transacción deportiva se cotiza hoy en  más de 51 millones de euros. Gana más dinero que Pelé y Maradona,  juntos, en sus días de gloria, lo que hace decir al astro italiano Sandro Mazzola, refiriéndose a su generación: ¨Dios nos mandó muy temprano a las canchas del mundo…¨
          Entre el Romanticismo y el Parnasianismo, inicialmente, Machado de Assis escribió un hermoso cuento dedicado a la locura, ¨El Alienista¨, con el cual empezó a sentar reales en el Realismo. De niño, vendió dulces en una escuela; de adulto, fundó la Academia Brasileña de la Lengua.
         Joao Da Silva Moreira, padre de Ronaldinho, puede sentirse orgulloso en su tumba; su hijo le hace sombreros, fintas, pases cruzados y tiros perfectos a la vida. No corre, avanza y retrocede, como quien va pedaleando en una sola rueda; es la felicidad del fútbol, "o mais grande do mundo''.               






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