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martes, 15 de septiembre de 2009

De Mayagüez a San Juan

Castillo de proa. 




Julio 16 de 2009  

Por Medardo Arias Satizábal


Tres bustos de bronce miran desde el balcón, mientras las salamandras suben por el busto de una heroína desconocida que cuida la puerta frente al mar. Llueve en el Caribe a esta hora en que los patriotas duermen en el cementerio de Santa María de la Magdalena de Isis, ubicado en el Viejo San Juan. 

La luna ha salido a caminar por el Paseo de la Princesa, que conecta los fuertes de San Cristóbal y San Felipe, cuando los faroles del puerto dejan ver a lo lejos el paso de un velero y el retozo de los enamorados. El gendarme decide cerrar un costado de la antigua puerta de San Juan, la misma que por la calle de La Caleta conduce directamente al atrio de la iglesia a la que llegaron los primeros colonizadores bajo el arco que aún reza: "Benedictus qui venit in nomine domine" (Bendito el que viene en nombre del Señor). 

Cuando se ve esta fortificación del Viejo San Juan, con sus polvorines intactos, como los de Cartagena o La Habana, y se observa el busto de Isabel de Trastámara de cara al Caribe, uno se pregunta a qué horas despertará otra vez España.
En 1898 los soldados de EE.UU. entraron a Puerto Rico por la Bahía de Guánica, y hoy, 111 años después, los puertorriqueños continúan hablando español, yendo a misa y peleando gallos.
Quizá esa razón fue la que llevó a Jan D' Esopo a crear una casa de huéspedes en esa ciudad, que es lo más parecido a la poesía: un espacio que parece concebido por Gabriele D'Annunzio y Pablo Neruda al tiempo. En compañía de su esposo, Héctor Gandía, esta mujer, nacida en New Haven, tomó 23.000 pies cuadrados del Viejo San Juan para organizar ateliers, jardines y patios interiores. Así nació La Galería, un lugar donde llega gente de todo el mundo para sentir que están, temporalmente, dentro de una galería de arte en pleno corazón del San Juan profundo.
Obama y su esposa vinieron hasta aquí para saludar a Jan y a sus papagayos, los mismos que hacen cabriolas por los techos, junto a un antiguo pianoforte del tiempo de la pólvora. La casa fue originalmente del capitán de artillería de la armada española.
Con los ecos de la crisis mundial, Puerto Rico es hoy un oasis para quienes aman caminar por viejos callejones, entre balcones y lejos de las muchedumbres de turistas. Mayagüez también está ahí, en la costa Oeste, con sus viejas casas intactas, su plaza y ese aire señorial de las viejas villas de la bonanza del azúcar, el mismo aire que tanto la hermana con Ponce.
El verso de Isaacs que evocaba los bosques de palmeras se hace aquí una realidad, pues no es preciso soñar que se vaga por ellos. Literalmente, los borinqueños de la costa Oeste van por bosques de palmeras y por extensiones verdes, abrigadas por rocas, árboles de mango, mamoncillo, aguacate y mamey.
Por una calle de Rincón un altoparlante anuncia: "Nota de dolor. Acaba de fallecer doña Iris Morales Guerra. Sus desconsoladas hijas, Yiyi y Yaya, invitan a las exequias (...)". En las paredes anuncian un combate de lucha libre entre 'El chinchorro vengador' y Eddie Blanco y me doy cuenta de que los pueblos viajan con uno adonde vaya. La Buenaventura de mi infancia viene de pronto a decir que no se ha ido, porque en la panadería, mientras apuro un chocolate, llega un jibarito de sombrero emplumado y saluda como los caballeros de la Logia de la Verdad, los mismos que tuvieron sede en la Calle San Sebastián del Viejo San Juan: "Tengan ustedes buen provecho".
Es posible que estos gestos de buena educación sean también símbolo de resistencia de los pueblos pequeños. Y me alegro por ello.

Tomado de: http://www.elpais.com.co/paisonline/ediciones_anteriores/ediciones.php?p=/historico/jul162009/PRI

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